Decidido pero con muchísima educación, yo que Jiménez cogía el camino de las ventanas del salón de los protestantes y asiendo las cortinas fuertemente con mi mano me limpiaba, sin complejos y mirando al tendido, aquello que muchos sevillistas cantan sobre la excelencia de tan selecta huevería. Y me iba. Acaba de renovar. Pero yo antes me hubiera ido. A otro lugar donde quedar tercero de la Liga española no sea un insulto y casi te escupan por lograrlo. Ponía tierra de por medio entre mi corazón y esta ciudad que dicen que es bendita pero que, para muchos, para tantos, se convierte en un infierno de llamas eternas y purgas insoportables. Me iba lejos de aquí. Muy lejos de aquí. Lejos de donde naciste, te criaste y alimentaste un corazón y muchas ilusiones para ofrecérselo a los tuyos. A cambio tan sólo de que te quisieran. De que te quisieran un poquito. Luis Cernuda, que no es delantero centro del Pachuca, sino la breca lírica más profunda, seria y conmovedora que parió Sevilla, durante su exilio, preguntaba a los suyos si en Sevilla lo recordaban y lo querían. Aquí sólo quieren verte lejos. Sobre todo si eres distinto. Si eres diferente. Jiménez acaba de renovar. Pero yo me hubiera ido.
Vete lejos de esta ciudad que espantó a Santa Teresa, encarceló a Cervantes, puso en polvorosa a Mateo Alemán, traspasó al Tottenham de las libertades políticas y religiosas a Blanco White, respiró más tranquila cuando el hijo sobrenatural, y maricón, de un militar sevillano, se fue hastiado de tanto cabestro con carné de ciudadano como pastaban por estas tierras. Vete, Jiménez. Vete y vuelve cuando tengas más copas que Melendi y más medallas que el camino a la Rocina. Y entonces los que te aullaban te lamerán las manos y los que escupían la senda que pisabas se ofrecerán como felpudo de tus pasos triunfales y, tan volubles como mezquinos, dirán que tuviste que irte aunque sólo ellos te defendieron. Y volverás con las sienes marchitas no por los años de exilio, sino de los que pasaste entre nosotros asediado por tanto desapego y tan escaso cariño. Vete Jiménez. Y vuelve muy después para, nuevamente, enfilar tus pasos hacia las ventanas del salón de los protestantes y allí, mirando el horizonte como el que mea en el mar, limpiarte con las cortinas eso que dicen que te sobran y que, demostrado está, los ha puesto todo al servicio de lo que más quieres: el Sevilla y el sevillismo. Si no lo entienden es porque la Logse, míster, ha hecho mucho daño. Felicidades por su renovación. Y que el año que viene nos veamos en los Terceros…
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